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Ansiedad



Analicemos los 10 efectos de la ansiedad en el cuerpo más llamativos e interesantes. Para entender mejor el estrés en general, vamos a ponernos ante una situación: nos va a atacar un león. Esto nos puede servir para extrapolarlo a las situaciones del día a día, y nos ayudará a entender el porqué de las crisis de ansiedad:


Las pupilas: se dilatan para conseguir captar más luz, y, quizás así, ser capaces de percibir algún objeto que sirva para defenderse o alejarse del peligro. Tener una dilatación pupilar excesiva durante largos periodos de tiempo como consecuencia de un estado de alerta mantenido, producirá una fotofobia o malestar intenso en los ojos ante entornos iluminados. Además se pueden producir “lucecitas” y dificultades para enfocar adecuadamente los objetos.


Las glándulas salivares: reducen la producción de saliva. No olvidemos que la clave para el organismo es defenderse. En momentos de alerta máxima es fundamental cuidar al músculo, es quien nos salvará con mayor probabilidad ya sea atacando, corriendo… La salivación se detiene porque se guarda el líquido para sudar. De este modo se refrigera el músculo y facilitará que haga su función de supervivencia. Si las glándulas salivares dejan de funcionar notaremos sequedad en la boca.


Las glándulas gastrointestinales: se produce una vasoconstricción y una disminución de la secreción de jugos gástricos. Digamos que si hemos comido algo no es importante digerirlo, es prioritario sobrevivir. Se destinarán todos los recursos a otros aspectos más necesarios.


Aumento de la sudoración: las glándulas sudoríparas aumentan la cantidad de sudor, como dijimos antes, para refrigerar al músculo y para aportar a las manos lubricación y protección a la hora de subirnos a un árbol o blandir algún objeto como defensa. Por esta razón, y por la dilatación de los poros para dejar escapar el calor, se producen los escalofríos asociados frecuentemente a la ansiedad. hiperhidrosis.


Venas y arterias: En general todas las venas y arterias de nuestro cuerpo con contraen para hacer circular más rápidamente la sangre hacia los músculos. De hecho sólo la circulación de esta zona del cuerpo se expande llevando alimento por si hace falta para defenderse o atacar. Algunos de los dolores de cabeza que se producen por ansiedad tienen su explicación en la vasoconstricción que puede llegar a producirse en la cabeza. Nada grave, pero sí muy molesto. Lo mismo puede decirse de algunos tipos de hipertensión arterial.


El corazón es el encargado del bombeo de alimento para el músculo, se activa y late con mayor fuerza e intensidad para conseguirlo. Al tiempo las venas y arterias se preparan para conducir el torrente de forma rápida, produciendo una constricción intensa en la mayoría de las zonas del cuerpo menos, precisamente, en los músculos. Debido a estas reacciones se producen taquicardias y extrasístoles.


Los pulmones han de aportar un elemento principal para el músculo, el oxígeno. Para conseguirlo los bronquios se dilatan. Debido a este efecto, si cogemos mucho oxígeno y no lo consumimos, al no estar realmente ante un peligro que demanda una respuesta muscular, la persona empezará a hiperventilar. El exceso de oxígeno produce mareo e inestabilidad, favoreciendo pensamientos sobre desmayos y pérdidas de conocimiento. Hay que destacar que realmente no hace falta respirar muy rápido para acabar hiperventilando, la dilatación del bronquio es suficiente para producirlo.


En los casos en los que el desajuste entre dióxido de carbono y oxígeno es muy grande, pueden producirse desmayos por la secuenciación de un proceso químico: lo primero el aumento de los niveles de Bicarbonato en plasma, que hace que se alcalinice la sangre; Esto produce de manera añadida hiponatremia, hipocloremia e hipocalcemia, con lo cual se desajusta el balance iónico.

Finalmente, se genera una vasoconstricción cerebral que provoca confusión, disnea y en ocasiones el temido desmayo. Por esta razón se propone como solución respirar en una bolsa: al respirar el propio dióxido de carbono durante unos minutos se reducen los niveles de oxígeno y desaparecen los síntomas rápidamente.


Además, debido a estos cambios de los pulmones ante la ansiedad se producen a menudo presiones en el pecho, fácilmente asociables a otras causas como la de estar sufriendo un infarto.

Hay que añadir que el exceso de oxígeno también favorece la sensación de desrealización y extrañeza con respecto a lo que ocurre alrededor. Le recomiendo que eche un vistazo a este artículo si este síntoma le es familiar. Efectos de la ansiedad en el cuerpo.


El hígado: comienza a liberar más glucosa, para aportar alimento al músculo. Por lo tanto, sube la concentración de azúcar en la sangre.


El riñón: tiende a producir menos orina por la misma razón que las glándulas salivares se ralentizan: economizar líquidos. Curiosamente a la vez la vejiga suele recibir la orden de vaciarse y quitar peso innecesario. De hecho es frecuente ver que ante situaciones de ansiedad como un examen, muchas personas visitan el baño con frecuencia aunque no tengan gran cantidad de orina acumulada.


El intestino: en función de la predisposición individual tiende a paralizar la digestión y eliminación de los alimentos. Pudiendo producir espasmos en la musculatura intestinal acompañados de posibles retortijones.


Garganta: Aumenta en ocasiones la tensión muscular de la garganta y de las zonas encargadas de masticar y tragar el alimento. Esto produce en ocasiones el miedo a no poder tragar y atragantarse, también conocido como fagofobia, o disfagia.


Hay Enfermedades más ligadas a la presencia mantenida de la ansiedad. Ya no sólo enfocados en los órganos del cuerpo, y fijándonos más en las enfermedades potenciadas o detonadas por las emociones, cabría resaltar algunas de ellas: dermatitis, alopecia, hipertensión, migrañas, úlceras gástricas, tinittus, hongos, herpes, parálisis facial, gastroenteritis, contracturas, lesiones…

 
 
 

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